Saludos, a Jan Lust, y a la editorial por invitarme a participar en esta mesa. 
 
El libro que nos convoca, en esta edición, tiene una presentación de la editorial, un prólogo del historiador Antonio Zapata, titulado: El Segundo ciclo de violencia política del Siglo XX, donde comienza señalando que el gran aporte de Jan Lust reside en la historia oral de las luchas revolucionarias de los años sesenta. Destaca su aproximación oral a la historia, una disciplina poco desarrollada en Perú. Dirá que es una biografía coral, las memorias de un grupo amplio que busca explicar el fracaso de las experiencias guerrilleras en los 60s en el Perú. 
 
Como destaca Zapata fueron dos experiencias diferentes, una la experiencia de la Convención con Hugo Blanco y las otras experiencias guerrilleras de los sesenta.
 
El libro empieza con un Prefacio y una Introducción del autor. El prefacio tiene el Poema Especial de Javier Heraud escrito en La Habana en noviembre de 1962 y el Texto de Luis de la Puente Uceda que forma parte de la “Revolucion peruana”, el capítulo “Perú” y un texto corto de Guillermo Lobatón, tomado del “Manifiesto de la revolución peruana”. 
 
Viene luego un Prefacio del autor que explica la ruta del libro que celebramos hoy y el papel de Gustavo Rodriguez Ostria que apoyó la primera edición en España, quien además de historiador de la guerrilla del Che, su pasó como embajador de Bolivia en Perú tejió redes y amistades duraderas.  
 
Viene la introducción donde el autor escribe acerca de la importancia y el objetivo del libro y señala “este libro tiene un doble propósito. En primer lugar, presenta una reconstrucción histórica de la lucha revolucionaria que se llevó a cabo en el Perú en el periodo 1958-1967. El énfasis está puesto en la lucha guerrillera.” Mas adelante dirá “El libro se concentra en el MIR y el ELN” y para el segundo propósito dirá “el segundo objetivo es analizar las causas de la derrota de los movimientos guerrilleros” (Lust:30)
 
El libro tiene 11 capítulos, quizás uno de los más difíciles es el capítulo último sobre las causas de la derrota. A los comentarios finales, les seguirán los Apéndices, Cronología, Índice onomástico y Referencias.  Son 733 paginas una vasta obra que ordena materiales, memorias, reflexiones y sobre todo, todas las voces todas que se pudieron recoger. Una obra construida desde las entrevistas, pero que revisa casi toda la documentación que hay sobre este periodo. Esta es una obra que será referencia para las nuevas generaciones que quieran entender nuestro país.
 
Aunque asoman pocas mujeres en el libro voy a destacar su participación y también en las entrevistas. 
 
En primer lugar resaltar, a Violeta Valcárcel*, como señala el autor “miembro del PCP tuvo un papel importante en la salida de los primeros peruanos que fueron a Cuba, vía México.  Les entregó los pasajes a Julio Dagnino, Héctor Béjar y Alain Elías”. Y les consigue alojamiento en México. Aparece la referencia del poeta Juan Gonzalo Rose y Luis de la Puente en casa de Violeta Valcárcel en México. Lo que da cuenta del entusiasmo que Violeta tuvo con este grupo, a pesar de que no había una decisión de su partido el PCP, en ese momento al respecto. 
 
Otro episodio que aparece en el texto es el encarcelamiento de un grupo de mujeres. “El 17 de julio de 1965 Carmela de la Puente; Mercedes Morales, Jaqueline Eluau de Lobatón, Carmen Gálvez y Carmen Castán y Noemí Márquez, fueron arrestadas. En el Cusco fue detenida Nelly Arias que trabajaba para radio Quillabamba”.
 
Según testimonio de Carmen Gálvez “en la cárcel de mujeres de las nueve en total, cinco eran esposas de los dirigentes a casi todas se nos sacó violentamente de nuestras casas la noche del 17 de julio del 1965, se nos sometió a severos interrogatorios en seguridad del Estado y luego la incomunicación absoluta en celdas individuales en esa cárcel (Chorrillos) que entonces estaba regentada por monjas”.
 
La detención duro siete meses y salieron en febrero de 1966, luego de una huelga de hambre que duró ocho días (Lust: 589).
 
Sobre las guerrillas del Centro y las mujeres, hay dos versiones, en entrevista a Gonzales Fernández quien dice que había cuatro mujeres, y Elio Portocarrero señala que la única que estaba era Aurora Chanta. Sobre su vinculación con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), algunas entrevistadas como Carmen Castán, pareja del compañero, Máximo Velando dirán en la entrevista que no era miembro del MIR (Ello es un punto controversial).
 
Sobre Hilda Gadea, aparecen dos referencias importantes, cito “en julio de 1959, Luís de la Puente viajó a Cuba para participar en el Primer Foro Nacional de Reforma Agraria, un congreso sobre las reformas agrarias como uno de los representantes apristas.  En esa ocasión conoció a Hilda Gadea, entonces todavía miembro del APRA y a Ricardo Napuri” (Lust: 330). 
 
En una nueva mención aparecerá “En junio de 1960, Luís de la Puente viajó por segunda vez a La Habana y allá, Ricardo Napuri, le habría introducido al Che Guevara. Elio Portocarrero y Gonzales Fernández señalan sin embargo que Hilda Gadea era el enlace entre el APRA Rebelde y la dirección cubana” (Lust: 338).
 
El libro hace mención del artículo escrito por Hilda Gadea en la revista cubana Bohemia y señala que el nombre del frente guerrillero era César Vallejo y Portocarrero y Gonzales señalan que el nombre fue Manco Cápac.
 
La más mencionada en el libro es Jaqueline Eluau, compañera de Guillermo Lobatón, y el autor empieza por señalar el acceso al manuscrito del libro Para un manifiesto de la revolución peruana, de Guillermo y Jacqueline Lobatón (Lust: 34).
 
Lust señala que Jacqueline Lobatón escribió “En América Latina la aplicación mecánica de la revolucion cubana mal interpretada, sin haberla analizado con el cuidado que merecía, fue en cierta medida la causa del declive que sufrieron las guerrillas foquistas” (Lust: 627).
 
También, Jacqueline Lobatón, señala lo siguiente “el trabajo urbano retomado paulatinamente por los dirigentes en el Frente de Lima, y vertebrado casi al final de las acciones, en el campo -pero aún muy débiles militarmente- demostró más que todo en sus acciones, el trágico fin de la insurrección y aceleró actos que fueron más bien el reflejo de una desesperación más que combates planificados” (Lust: 633).
 
Por último, en esta parte de libro Lust señala “La organización de la lucha guerrillera tuvo semejanzas con la lucha sindical de los campesinos al comienzo de los años sesenta. La falta de una organización revolucionaria fue una de las razones por las que no fue capaz de transformar la lucha por la tierra en una lucha socialista. Además, por la falta de lucha en otras partes del país fue fácil aislar a Hugo Blanco” (Lust: 633). 
 
Entre las guerrillas del sesenta y las acciones armadas de la Convención hay una gran diferencia. En la Convención si se produjo un cambio social estructural en el régimen de propiedad de la tierra. Los siervos, campesinos/campesinas, pasaron a ser propietarios, actores políticos y ciudadanos y ciudadanas.
 
El reparto de la tierra realizado por los campesinos si se mantuvo, no regresó la propiedad de las tierras a los latifundistas y gamonales, de alguna forma respondieron a la consigna: “Tierra o Muerte Venceremos”. Y para el movimiento social tiene como resultado una victoria, en la lucha por la tierra en nuestro país.
 
Como lo recuerda Ricardo Gadea en su libro, en la última edición de Tierra o muerte dice: Medio siglo después de estos hechos, nos reunimos con Hugo para hacer el balance de la época. Recuerdo sus sentidas palabras sobre de La Puente “luego de su caída… el campesinado convenciano comprendió que la lucha de Luis de la Puente por un Perú libre de opresión era correcta, pues, aunque ya era dueño de su tierra continuaba oprimido. Por eso, ahora, uno de sus emblemas es el recuerdo de él, cuyo retrato figura destacadamente en el local de la Federación Provincial de Campesinos” (Blanco: 25).
 
Viene luego un Prefacio del autor que explica la ruta del libro que celebramos hoy y el papel de Gustavo Rodríguez Ostria que apoyó la primera edición en España, quien además de historiador de la guerrilla del Che, su pasó como embajador de Bolivia en Perú tejió redes y amistades duraderas.  
 
Viene la introducción donde el autor escribe acerca de la importancia y el objetivo del libro y señala “este libro tiene un doble propósito. En primer lugar, presenta una reconstrucción histórica de la lucha revolucionaria que se llevó a cabo en el Perú en el periodo 1958-1967. El énfasis está puesto en la lucha guerrillera.” Mas adelante dirá “El libro se concentra en el MIR y el ELN” y para el segundo propósito dirá “el segundo objetivo es analizar las causas de la derrota de los movimientos guerrilleros” (Lust:30).
 
El libro tiene 11 capítulos, quizás uno de los más difíciles es el capítulo último sobre las causas de la derrota. A los comentarios finales, les seguirán los Apéndices, Cronología, Índice onomástico y Referencias.  Son 733 páginas una vasta obra que ordena materiales, memorias, reflexiones y sobre todo, todas las voces todas que se pudieron recoger. Una obra construida desde las entrevistas, pero que revisa casi toda la documentación que hay sobre este periodo. Esta es una obra que será referencia para las nuevas generaciones que quieran entender nuestro país.
 
Aunque asoman pocas mujeres en el libro voy a destacar su participación y también en las entrevistas. 
 
En primer lugar, resaltar a Violeta Valcárcel, como señala el autor “miembro del PCP tuvo un papel importante en la salida de los primeros peruanos que fueron a Cuba, vía México. Les entregó los pasajes a Julio Dagnino, Héctor Béjar y Alain Elías”. Y les consigue alojamiento en México. Aparece la referencia del poeta Juan Gonzalo Rose y Luis de la Puente en casa de Violeta Valcárcel en México. Lo que da cuenta del entusiasmo que Violeta tuvo con este grupo, a pesar de que no había una decisión de su partido el PCP, en ese momento al respecto. 
 
Otro episodio que aparece en el texto es el encarcelamiento de un grupo de mujeres. “El 17 de julio de 1965 Carmela de la Puente; Mercedes Morales, Jaqueline Eluau de Lobatón, Carmen Gálvez y Carmen Castán y Noemí Márquez, fueron arrestadas. En el Cusco fue detenida Nelly Arias que trabajaba para radio Quillabamba. 
 
Según testimonio de Carmen Gálvez “en la cárcel de mujeres de las nueve en total, cinco eran esposas de los dirigentes a casi todas se nos sacó violentamente de nuestras casas la noche del 17 de julio del 1965, se nos sometió a severos interrogatorios en seguridad del Estado y luego la incomunicación absoluta en celdas individuales en esa cárcel (Chorrillos) que entonces estaba regentada por monjas”.
 
La detención duro siete meses y salieron en febrero de 1966, luego de una huelga de hambre que duró ocho días (Lust:589).
 
Sobre las guerrillas del Centro y las mujeres, hay dos versiones, en entrevista a Gonzales Fernández quien dice que había cuatro mujeres, y Elio Portocarrero señala que la única que había estaba era Aurora Chanta. Sobre su vinculación con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), algunas entrevistadas como Carmen Castán, pareja del compañero, Máximo Velando dirán en la entrevista que no era miembro del MIR. (Ello es un punto controversial).
 
Sobre Hilda Gadea, aparecen dos referencias importantes, cito “en julio de 1959, Luis de la Puente viajó a Cuba para participar en el Primer Foro Nacional de Reforma Agraria, un congreso sobre las reformas agrarias como uno de los representantes apristas.  En esa ocasión conoció a Hilda Gadea, entonces todavía miembro del APRA y a Ricardo Napuri” (Lust: 330) .
 
En una nueva mención aparecerá “En junio de 1960, Luis de la Puente viajó por segunda vez a La Habana y allá, Ricardo Napuri, le habría introducido al Che Guevara. Elio Portocarrero y Gonzales Fernandez señalan sin embargo que Hilda Gadea era el enlace entre el APRA Rebelde y la dirección cubana” (Lust:338).
 
El libro hace mención del artículo escrito por Hilda Gadea en la revista cubana Bohemia y señala que el nombre del frente guerrillero era César Vallejo y Portocarrero y Gonzales señalan que el nombre fue Manco Cápac.
 
La más mencionada en el libro es Jaqueline Eluau, compañera de Guillermo Lobatón, y el autor empieza por señalar el acceso al manuscrito del libro Para un manifiesto de la revolucion peruana, de Guillermo y Jacqueline Lobatón (Lust:34).
 
Lust señala que Jacqueline Lobatón escribió “En América Latina la aplicación mecánica de la revolucion cubana mal interpretada, sin haberla analizado con el cuidado que merecía, fue en cierta medida la causa del declive que sufrieron las guerrillas foquistas” (Lust: 627).
 
También, Jacqueline Lobatón, señala lo siguiente “el trabajo urbano retomado paulatinamente por los dirigentes en el Frente de Lima, y vertebrado casi al final de las acciones, en el campo -pero aún muy débiles militarmente- demostró más que todo en sus acciones, el trágico fin de la insurrección y aceleró actos que fueron más bien el reflejo de una desesperación más que combates planificados” (Lust: 633).
 
Por último, en esta parte de libro Lust señala “La organización de la lucha guerrillera tuvo semejanzas con la lucha sindical de los campesinos al comienzo de los años sesenta. La falta de una organización revolucionaria fue una de las razones por las que no fue capaz de transformar la lucha por la tierra en una lucha socialista. Además, por la falta de lucha en otras partes del país fue fácil aislar a Hugo Blanco” (Lust: 633). 
 
Entre las guerrillas del sesenta y las acciones armadas de la Convención hay una gran diferencia. En la Convención si se produjo un cambio social estructural en el régimen de propiedad de la tierra. Los siervos, campesinos/campesinas, pasaron a ser propietarios, actores políticos y ciudadanos y ciudadanas.
 
El reparto de la tierra realizado por los campesinos si se mantuvo, no regresó la propiedad de las tierras a los latifundistas y gamonales, de alguna forma respondieron a la consigna: “Tierra o Muerte Venceremos”. Y para el movimiento social tiene como resultado una victoria, en la lucha por la tierra en nuestro país.
 
Como lo recuerda Ricardo Gadea en su libro, en la última edición de Tierra o muerte dice: Medio siglo después de estos hechos, nos reunimos con Hugo para hacer el balance de la época. Recuerdo sus sentidas palabras sobre de La Puente “luego de su caída… el campesinado convenciano comprendió que la lucha de Luis de la Puente por un Perú libre de opresión era correcta, pues, aunque ya era dueño de su tierra continuaba oprimido. Por eso, ahora, uno de sus emblemas es el recuerdo de él, cuyo retrato figura destacadamente en el local de la Federación Provincial de Campesinos” (Blanco: 25).
 

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